El debate sobre la ética en la Inteligencia Artificial está abierto. Mientras algunos expertos opinan que hay que poner límites en el uso de la tecnología para no saltarse las reglas de la moral y el respeto, algunas ONG se apoyan en la I.A. para perfeccionar proyectos al servicio de la humanidad y de los sectores más desprotegidos.
La I.A. es un tema polémico. En la última edición de las P.A.U., las Pruebas de Acceso a la Universidad, la antigua selectividad, en un examen de lengua española celebrado en Castilla- La Mancha se trabajó sobre un texto elaborado con I.A. Era como esos comentarios de texto que hicimos nosotros cuando nos examinamos en su día, con un conjunto de preguntas en torno al texto expuesto, solo que en este caso en lugar de ser un fragmento extraído de un cuento de Borges, por poner un ejemplo, se trataba de una redacción formulada por una I.A. Los examinadores no se escondían para nada. La redacción estaba firmada por ChatGPT.
Preguntando a los examinadores, contestaron que no existía ninguna norma que prohibiera apoyarse en la Inteligencia Artificial para la formulación de los exámenes. Algunos estudiantes, que habían escuchado reprimendas de los profesores por utilizar esta tecnología en la elaboración de trabajos exigidos en el instituto, vieron en este acto un agravio comparativo.
Menos conocido es el caso de una chica brasileña que denunció en redes sociales que la manipularon con Inteligencia Artificial en una aplicación de citas, con el fin de forzar un encuentro. Al chatear con un usuario se sintió atraída por sus comentarios románticos, que tiempo después descubrió que estaban elaborados con I.A. En estos ámbitos del cortejo online no es raro encontrar artimañas de todo tipo: Fotos retocadas, perfiles falsos, información incompleta… El caso es que la joven, tras descubrir la verdad, escribió en su muro: “Si se hace esto para estas cosas, que no se hará para cosas más serias.”
El experto en tecnología, Xavi González Rodrigo, fundador de Praxia Lab, una asesoría que orienta a ONG en el uso de la I.A. para sus actividades, y que ha trabajado con organizaciones como Manos Unidas y Oxfam Intermón, opina qué la Inteligencia Artificial tiene un enorme potencial en el desarrollo de proyectos sociales. Y que, por consiguiente, no debemos ser tan críticos ni tan precavidos.
Como sucede en estos casos, el problema no está en la tecnología en sí, sino en el uso que se hace de ella.
Como veremos a continuación, con ejemplos concretos, la I.A. puede ser beneficiosa para impulsar proyectos sociales.
Skill, una I.A. para luchar contra el Alzhéimer.
La Revista Haz recoge como la Confederación Española de Afectados y Familiares de Alzheimer (C.E.A.F.A.) ha desarrollado un asistente virtual programado con I.A. que ayuda a los enfermos a retrasar los efectos de la enfermedad por medio de ejercicios de memoria personalizados.
El asistente virtual es similar a otras herramientas comúnmente utilizadas como Alexia, solo que en este caso está diseñado específicamente para interactuar con enfermos de alzhéimer.
El alzhéimer es una enfermedad neuronal degenerativa que no tiene cura. Lo que sí se ha descubierto es que activando el cerebro del enfermo por medio de ejercicios mentales se puede conseguir que la enfermedad vaya más lenta y mejorar la calidad de vida del afectado.
Existen muchos programas informáticos que operan en este campo. Lo bueno de la I.A. es que por medio del uso se va perfeccionando y adaptándose al estado del usuario. Por lo que es más eficaz que otras herramientas generales y no evolutivas.
Al margen del deterioro cognitivo, la salud es una de las áreas donde I.A. está realizando aportaciones más cualitativas. Esta tecnología se está utilizando en diagnóstico de enfermedades como el cáncer y en el ajuste de los tratamientos en tiempo real.
La I.A. ayuda a buscar niños desaparecidos en Argentina.
El periódico digital argentino Hoy Rojas cuenta como la ONG Missing Children está utilizando la I.A. para buscar niños desaparecidos en este país sudamericano, aumentando la efectividad de la colaboración ciudadana.
Cuando desaparece una persona, al menos en España, las fuerzas de orden público, como la Policía Nacional o la Guardia Civil, publican carteles con la imagen del desaparecido que exponen en las entradas y tablones de anuncios de las comisarías y, en ocasiones, publican en la prensa. En este asunto, la Policía Nacional es bastante activa en Twitter, colgando post con los carteles y reclamando la colaboración activa de la población.
A este modus operandi, que es correcto, le falta eficacia. Son llamamientos generales. Hay que moverlo en masa para que produzca resultados. Esto requiere mucho esfuerzo y mucha dotación de medios.
La novedad de la ONG argentina está en que los carteles los coloca en productos adquiridos por los niños y por los padres, que son más propensos a encontrar niños con las características del infante perdido.
En concreto, la I.A. hace un análisis de los productos más comprados por los niños de la edad y de la zona del desaparecido y publica el anuncio en el envoltorio. Estamos hablando de sobres de cromos, de juguetes económicos coleccionables, de chuches etiquetados, etc.
En Argentina se han publicado fotografías de niños desaparecidos en el blíster de unos muñecos coleccionables, que se venden en los kioscos, y que son populares entre los chicos de 5 a 8 años en el país.
Alguno de los padres puede ser que se sienta ofendido por ver esta información en el envase del juguete que compran sus hijos pequeños, pero lo cierto es que este país está bastante sensibilizado con las desapariciones debido a episodios que ha vivido en su historia reciente.
Con este recurso se ha conseguido encontrar a niños que la policía llevaba tiempo buscándolos y que no se sabía nada de ellos.
En este ejemplo, el llamamiento no es un bando general a la población, sino que está centrado en un sector determinado que está en contacto con niños. Los padres, los kiosqueros, los propios chicos. Haciendo que el mensaje tenga un mayor calado.
En lucha contra la desnutrición infantil.
Unicef está utilizando un programa equipado con Inteligencia Artificial para analizar imágenes por vía satélite y publicadas en internet que manifiesten síntomas de desnutrición infantil.
En estos momentos, la desnutrición infantil no es un problema exclusivo del tercer mundo. En los países más desarrollados se están creando bolsas de pobreza que afectan principalmente a los niños y a su alimentación. No nos estamos refiriendo a sectores excluidos de la sociedad. En familias trabajadoras, que les cuesta llegar a fin de mes, se hacen recortes en la lista de la compra que afectan a la calidad de la alimentación de sus integrantes y, especialmente, a la de los niños. Debido al alto coste de la vida y a la subida de la inflación, determinados alimentos básicos como la carne magra, el pescado y algunas verduras frescas se han convertido en productos de lujo.
A esto hay que sumar los malos hábitos en alimentación que predominan en la vida moderna. El abuso de alimentos ultraprocesados, los precocinados y la comida basura hacen que nuestra alimentación resulte deficiente.
Un análisis de toda esta información permite detectar casos concretos, elaborar estadísticas detalladas por países, proponer medidas a las autoridades y lanzar campañas específicas para combatir este problema, que en zonas como Europa concebimos como lejano, cuando está alojado en nuestra sociedad.
La era digital ha hecho que una parte de nuestra vida se haga pública. Compartimos a diario fotos referentes a nuestra vida privada en redes sociales. Las imágenes circulan por toda la red, con la facultad de que se puede rastrear su origen.
Esto que tiene un lado negativo para la privacidad de las personas, puede ser positivo para lanzar campañas de salud pública y para visibilizar problemas sociales que aparecen escondidos.
Bien utilizada, la I.A. puede ser una herramienta útil para luchar por un mundo más justo.





