Hay personas a las que el alcohol les atrae sin medida. Puede que al principio no fuera así y que poco a poco le fueran cogiendo el gusto al cubata, pero la realidad es que al final acaba gustándoles. Ese no es mi caso, pero tampoco soy todo lo contrario. Realmente me encanta tomarme mi caña de cerveza con el aperitivo los sábados y domingos, o mi caña con tapa un viernes a las 19:30 de la tarde en compañía de amigos, pero no me suele gustar nada más que lleve alcohol, no me gusta el sabor y me parece ridículo tomar algo que no te sabe bien aunque haya gente que, por enfermedad, se beba hasta el alcohol de quemar.
Y es que hay que dejar clara una cosa, todos los extremos son odiosos y por eso no debemos hablar mal, o bien, de nadie a la ligera. Me parece estupendo quien decide no beber alcohol, bien por convicción o porque le sienta mal, pero también me parece estupendo quien bebe con moderación y no creo que nadie deba juzgarle, de ninguna manera.
Otra cosa es quien no sabe medir hasta dónde puede llegar. De hecho, soy una persona que se toma sus cañas de cerveza en familia, o con amistades, y cuando veo que alguien coge ese punto entre chisposo y pesadito empiezo a cabrearme. No me gusta, puede que sea intolerante, pero no me gusta, y aun así no le veo nada malo a tomarte una cerveza. Por eso, cuando conozco a deportistas que aseguran que beber alcohol es como chutarte una buena dosis de cocaína me llevo las manos a la cabeza. Está claro que el alcohol es una droga, y está claro que si la prohibieran tampoco pasaría nada de nada (de hecho yo no me opondría a su prohibición) pero ¿es culpa del bar que te sirve la caña fresquita para que disfrutes del aperitivo o es culpa tuya por no saber cuándo debes pasarte al agua?
El caso es que ahora, con 37 añazos que llevo encima y habiéndome vuelto una “realfooder” de categoría, creo que tengo la capacidad e información suficiente como para hablar con cierta perspectiva.
El movimiento Real Food
Los seguidores del movimiento de “real food” (comida real) pensamos que es mucho más sano, y lo es, alimentarnos de comida no procesada o, por lo menos, intentamos evitar a toda cosa lo ultra procesado. ¿Y qué es exactamente lo ultra procesado? Pues básicamente todo aquello que han modificado tanto que su ingrediente principal ni siquiera es lo que supuestamente estás comiendo.
Por ejemplo, si yo compro Jamón York, lo normal es que su ingrediente principal fuera el cerdo ¿no? Pues dadle la vuelta a las etiquetas de los envasados de lonchas de jamón york y comprobaréis que algunos tienen un pase con un 85% de carne de cerdo pero otros no pasan del 45% o del 60% con mucha suerte. Es como si cogieras una loncha, la dividieras en dos por la mitad y solo una de esas dos partes fuera carne de cerdo porque la otra mitad son aditivos, conservantes, colorantes e incluso químicos. Suena impresionante ¿verdad? pero es la realidad.
Por eso quienes creemos en que toda la población debería comer “real food” apostamos por la carne fresca, el pescado, la fruta, la verdura, las especies e incluso por algunos procesados sanos que, para quien no los conozca, paro a explicar a continuación.
En teoría, comprar un bote de tomate frito debería ser un procesado sano porque la teoría dice que aunque la produzcan al por mayor en una fábrica de alimentación ese producto solo debería llevar tomate, aceite de oliva sal, un poco de azúcar para evitar la acidez del tomate y algunas especias, así que si quieres comprar salsa de tomate frito dale la vuelta al tarro y lee la etiqueta, si sus ingredientes son esos, estás de suerte porque es un procesado sano.
Ejemplos en marcas reales:
Ingredientes tomate frito Ibereco: tomate natural, aceite de oliva virgen extra, azúcar. Nada que decir, además explicita el porcentaje de cada ingrediente por lo que sabemos que solo lleva un 0,5% de azúcar, lo cual está muy bien.
Ingredientes tomate frito Orlando: tomate, aceite de girasol, sofrito de cebollas y ajos frescos, azúcar, almidón de maíz y sal. Dejando a un lado que yo cambiaría el aceite de girasol por el de oliva, pues la verdad es que no está nada mal ¿verdad?
Ingredientes tomate frito hacendado: tomate, aceite de girasol, azúcar, fécula de maíz, sal, cebolla, ajo y conservador (E-202). ¿Conservador de qué? Eso ya huele mal… ¿o no?
Ingredientes tomate frito Sargona: tomate, aceite de girasol, jarabe de glucosa y fructosa, azúcar, almidón de maíz, manzana, sal, aromas, potenciador de sabor (glutamato monosódico) y especias. Esto ya es la repera, no tienen suficiente con meter un alto porcentaje de azúcar que ni especifican sino que, además, añaden jarabe de glucosa y fructosa. Pero la cosa no acaba ahí, además lleva aromas y potenciador de sabor…. ¿aromas para qué, para los que no quieran oler el tomate? Y ¿potenciador de sabor? ¿Enserio?
Así pues, como veis, podemos decir que hay procesados sanos porque son productos que ya vienen cocinados o preparados con los ingredientes adecuados totalmente “real food” y luego podemos encontrar el mismo producto, de otra marca u otra línea de productos menos ecológicos, que es un auténtico ultra procesado. De ahí que haya que mirar, muy bien, el etiquetado.
Para que os hagáis una idea, os dejo aquí un enlace a una lista de alimentos procesados en los que se puede confiar.
Entonces, ¿el alcohol es un ultra procesado o no? Pues todo depende de quien lo fabrique y cómo lo fabrique. Para empezar, vamos a encontrar detractores que están en contra de cualquier tipo de alcohol (y tienes razones para estarlo) pero yo no soy tan extrema, a mí me gusta más eso de saber lo que como y consumirlo porque me da la gana. Es decir, no me gusta que me engañen, como con el ejemplo de tomate frito que hemos visto, haciéndome creer que estoy consumiendo un producto sano cuando no lo es, pero si no me engañan y soy yo quien decide lo que ingiero, entonces soy mucho más flexible.
La cerveza es una de las bebidas alcohólicas más sanas que podemos encontrar (y ahora me saltan al cuello todos los “haters” del alcohol) porque si se fabrica de la forma más pura y clásica sus ingredientes solo son: agua, malta, lúpulo y levadura.
Otra bebida alcohólica que además ha sido muy respetada por médicos gracias a algunos de sus beneficios es el vino. Sus ingredientes son: agua, uva y levadura. Según los profesionales de las bodegas Bocopa, un buen vino no necesita mucho más pues todo depende del tipo de uva utilizada y del método de fermentación y fabricación posterior.
Obviamente tanto la cerveza como el vino, por muy tradicionales o artesanales que se sea en su elaboración, pueden ser dañinos para nuestra salud si se beben en exceso y tal y como dicen desde FeedBiota, ante cualquier mínimo problema estomacal es lo primero que debemos eliminar de nuestro consumo, pero yo soy de las que piensa que una copita de vino o una caña con el aperitivo no hacen daño a nadie, sino más bien todo lo contrario.
Ahora bien, este tipo de bebidas alcohólicas (así como otras que son elaboradas sin químicos ni otros añadidos), siguen llevando un alcohol que puede resultar perjudicial para muchas cosas: desde la obesidad, la grasa abdominal, el envejecimiento prematuro, y, por supuesto, para personas con ciertas enfermedades que no deberían de olerlo ni en la distancia.
Al final de lo que se trata es de tener conocimiento y, por supuesto, ser consecuente con lo que se piensa respetando siempre lo que piense tu vecino.
Por eso, cuando me topo con “santos” que odian a quienes beben alcohol y te crucifican metafóricamente si un día te encuentran con un poco de chispa pienso que, probablemente, serán los que más tengan que callar en otros aspectos de su vida. Del mismo modo odio a quienes no son capaces de respetar a aquel que no quiere beber ni una gota pues es su decisión, y nadie tiene por qué juzgarla ya que no hace daño con ella, ni a sí mismo ni a nadie más.
Así que ante la pregunta que muchos otros amantes de la comida real hacen en Internet y otros medios sobre si es o no “bueno” beber alcohol yo digo lo siguiente: el alcohol no es sano, en ninguno de sus formatos, pero si eres consciente de lo que estás bebiendo y nadie te está engañando para hacerlo, considero que tomar de vez en cuando una copa de vino o una caña de cerveza no hace daño a nadie, y tampoco a nuestro organismo. Por eso creo que ese lema que aparece en los anuncios y que reza “bebe con moderación” tiene más razón que un santo, aunque también se debería diferenciar entre el alcohol ultra procesado y el que es totalmente natural.