Vivimos en un mundo en el que tenemos, literalmente, de todo. TODOS tenemos móviles, portátiles, ropa, objetos decorativos, libros… Porque estamos en una época tan consumista que es casi imposible pensar en algo que no tengamos a nuestro alcance con un simple golpe de tarjeta o de billetera.
Esto ha derivado, por desgracia y cada vez más, en una desvalorización emocional y económica de todo lo que poseemos.
Antiguamente nos costaba más conseguir las cosas
Cuanto más regresas en el pasado, más fácil es darse cuenta de que vivimos en una época de la humanidad en la que, si deseas algo, solo tienes que ir a una tienda a comprarlo para que se haga realidad.
Pero no siempre ha sido así…
Antiguamente, conseguir las cosas costaban mucho esfuerzo. No teníamos acceso a tanta cantidad de posibilidades como las que tenemos hoy, donde nos avasallan a colonias, nuevas tecnologías, coches, casas… y donde, para conseguirlo, necesitas trabajar más de 12h al día para conseguir, al menos 1000 o 1400€ al mes para poder, al menos, poder vivir mínimamente.
No todas las personas ganan el salario mínimo interprofesional. De hecho, según el estudio que acabas de ver, un 5% de los trabajadores en 2018 recibía el mínimo interprofesional. Por fortuna, este porcentaje crece año tras año y, en la actualidad, ese porcentaje es mayor al del 2018.
A pesar de que esto es una realidad, no es nada extraño mirar a tu alrededor y apreciar que todas las personas tienen un móvil en las manos (incluso niños de 4 años).
Antes apreciábamos mucho más las cosas
Esto ha derivado en una desvalorización de los bienes materiales que tenemos.
Antiguamente cuidábamos las cosas. Si algo se estropeaba, no lo cambiábamos por otra nueva: nos tomábamos el tiempo de tratarlo con mimo y cariño y lo arreglábamos. Y, en el caso de que no tuviese arreglo posible, le buscábamos una nueva funcionalidad. De esta forma, lo que antes era un armario, pasó a ser en una mesa. Lo que antes era una falda, pasó a ser un tapete precioso para una mesa. Y lo que antes era un tetrabrik de leche, pasó a convertirse en un coche de carreras para nuestro hijo.
Como no era posible comprar juguetes o ropa nueva todos los meses, debido, principalmente, a las enormes necesidades que había, todo tenía un nuevo uso y todo lo tratábamos con mucho más cariño. Porque éramos conscientes de que las cosas costaban su esfuerzo y sus buenas horas de trabajo conseguirlas.
Las clases pudientes podían acceder a muñecos, ropa, comida o trapos para la casa cada vez que los necesitasen, pero las personas trabajadoras y con necesidades eran la inmensa mayoría de una época en la que se había pasado muchísima hambre.
Por esa misma razón, las personas que sabían lo que era pasarlo mal cuidaban hasta la más mínima de sus posesiones para que estas duraran todo el tiempo posible, lo que le daba alma y corazón a todo cuanto poseían, desde lo más mínimo hasta lo más grande. Esto hizo que los objetos tuviesen un valor y una estima para sus propietarios enorme.
Esto dista muchísimo a lo que pasa hoy día. Los anuncios televisivos, las pancartas, los anuncios por las calles… todo nuestro alrededor está repleto de estímulos que nos crean la falsa necesidad de que necesitamos cosas nuevas, a pesar de que tengamos algo ya parecido a lo que se nos oferta.
Y esto crea en nosotros una necesidad que realmente no existe.
Por ejemplo: tenemos el Redmi Note 8 que salió este mes. Al mes siguiente, apenas treinta días después, sale a la venta el Redmi Note 8 PRO, que lo único diferente que posee es que su cámara tiene más megapíxeles, es unos centímetros más grande y tiene veinte gigas más de capacidad. Automáticamente se nos avasalla a noticias, pancartas y anuncios de ese móvil por todas partes… y en nuestro interior se nos crea la intensa necesidad de que lo necesitamos, porque es más bueno que el que tenemos ahora.
En realidad, no nos hace ninguna falta, porque ya tenemos un móvil bueno. Pero se nos crea la falsa necesidad de que nos hace mucha falta ese móvil nuevo que es mejor que el que yo tengo. ¡Y eso que ese móvil que tenemos ya es muy, MUY bueno y que el nuevo cuesta un ojo de la cara!
¿Necesitamos de verdad ese móvil? NO. Entonces… ¿por qué lo compramos? Porque nos han creado la necesidad. Porque tenemos la opción de poder comprarlo. Y, ante todo… porque el hecho de poder comprar otro cada vez que queramos nos hace desvalorizar las cosas que ya tenemos de por sí. Mientras antes valorábamos las cosas hasta su último uso, ahora, cuando algo deja de funcionar o cuando sale a la venga algo mejor, nos deshacemos de lo que teníamos para comprar otro nuevo.
En un mundo de este calibre, cada vez cuesta menos regalar algo útil
¿Has visto Harry Potter? En la primera película, Dudley recibe treinta y seis regalos y se enfada porque el año pasado tuvo treinta y siete. Pero yo no me fijo en eso, que también. Yo me fijo en los padres: ¿qué se supone que le han regalado? ¿Qué no tenía el año pasado que le han regalado ahora? Es decir… ¿qué le regalas a una persona que ya tiene de todo? ¿Nunca te ha pasado que llega reyes, piensas en una persona y te preguntas a ti mismo: “¿qué le regalo yo ahora…?” Porque a mí me pasa todos los años, y cada vez con más y más frecuencia.
Yo siempre uso la regla de tres de los regalos. ¿No la conoces? Te la explico. Lo mejor que puedes hacer para regalar es usar esta técnica infalible:
- Regalar algo útil.
En este, debes hacer un regalo útil para la persona. Suponte que tu hermana es dibujante de acuarela. Un regalo útil para ella sería hacerle un regalo que pueda aplicar a su trabajo. ¿Se le están acabando las acuarelas? Cómprale otras. ¿Sus pinceles empiezan a despelucharse? Renuévalos. ¿Pinta sobre lienzos y se le están acabando? Consíguele otros. Se basa en comprar un regalo que necesite para su vida o su trabajo.
- Regalar algo que le haga falta.
En este caso, debes hacer un regalo que le haga falta. Suponte que ya le has comprado ese kit de pintura que se le estaba acabando. Y ahora supongo que, además de dibujante, tu hermana tiene un par de sudaderas, y una de ella está ya media rota. Un regalo que necesite sería una sudadera nueva para intercambiar con la otra. En esta regla, se observaría algo que esa persona necesite para contrarrestar algo que ya está mal.
- Regalar algo que le guste.
Por último, algo que le guste. Ya hemos regalado algo útil y algo necesario. Ahora, suponte que a tu hermana le gustan mucho los peluches o las cosas kawaii. Un buen regalo para ella sería un muñequito bonito, pegatinas kawaii, o el último cómic de su manga favorito. Algo que le guste, porque le gusta. Sin mayor razón que esa.
Siguiendo esta regla de tres, te aseguras de que esta persona reciba cosas que de verdad son útiles, necesarias y a su gusto, sin caer en el exceso y sin caer en el pecado de gastar por gastar, que es en lo que más peca la humanidad hoy día.
Una buena opción útil y necesaria: regalar deporte
No hay cosa que más cuide la salud que practicar deporte. De hecho, es lo que más nos mantiene sanos y lo que más previene todo tipo de enfermedades. Y, aunque solo el casi 27% de los adolescentes practican deporte, es altamente recomendable extender esta práctica tan saludable entre todas las personas de nuestra sociedad.
Personalmente hablando, he sido testigo de cómo personas que estaban muy mal de salud han sufrido una mejoría abismal con el simple hecho de salir a andar todos los días sin excepción cuatro o cinco horas repartidas a lo largo de todo el día. Mejoró su resistencia, su fuerza, su salud cardiopulmonar, su peso… y, ante todo, su autoestima y su felicidad. Porque no hay nada más cierto que el deporte es salud.
Desde Compra Deporte avalan esta idea y nos comentan, además, que es necesario inculcar esta idea desde la edad más temprana posible. Porque el cuerpo es adaptativo, y se adapta más rápido de lo que piensas.
Si acostumbras a una persona a caminar, hacer rutas, montar en bici… al menos, tres o cuatro días por semana desde muy joven, su cuerpo se habrá hecho a esto y necesitará hacerlo a diario, porque se ha creado una rutina. Y, además, una rutina sana.
Porque debido a que los niños tienen acceso a la tecnología desde demasiado temprano, la obesidad infantil está cada vez más presente entre la nueva generación. Y esto es muy triste, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de enfermedades que trae consigo este problema cada vez más y más extendido.
Para preservar la salud de los más pequeños, una buena opción útil y necesaria es regalar cosas que ayuden a que practiquen deporte: ropa, balones, raquetas… cosas que hagan que se muevan y que los alejen de la tecnología.